Nos hizo sentir un poco mejor, ayudar a otras personas en una situación de pérdida tan grande. Yo estaba en Rosario estudiando. Un viernes al mediodía mi hermana me avisó que venga urgente a Paraná porque papá se había descompuesto. Cuando llegué a la Clínica me di cuenta de que la situación era muy difícil. A partir del sábado los médicos no nos daban esperanzas y en ese momento empecé, en silencio, a pensar en la donación.
Yo siempre estuve a favor de donar los órganos, pero cuando estás en un momento tan difícil como el que vivimos te cuesta más. A pesar de todo, el lunes cuando nos dieron a conocer la muerte de mi papá, no dudamos en decir que sí. Los médicos del CUCAIER que nos hicieron la entrevista se portaron muy bien con nosotras. Al estudiar medicina y entender la muerte encefálica, me resultó más fácil que a otros escuchar lo que los médicos explican sobre este tema.
Donar los órganos de mi papá me trajo un alivio; era salvar la vida de otras personas, sentimos que el fallecimiento de mi papá servía para algo.